La educación es el pilar sobre el que construimos el futuro. Sin embargo, mientras el mundo evoluciona rápidamente, nuestro sistema educativo parece resistirse al cambio, quedando anclado en modelos tradicionales que ya no responden a las demandas de nuestra sociedad actual.

La resistencia al cambio

Aceptarlo no es fácil. Cambiar va en contra de nuestra naturaleza porque nos aferramos a lo que conocemos; nos genera seguridad. Esto explica por qué preferimos seguir haciendo las cosas de la misma manera, incluso cuando esas formas ya no son efectivas.

Sin embargo, la pandemia alteró abruptamente esta dinámica. De un momento a otro, nos obligó a adaptarnos, a trabajar y producir desde nuestras casas, a gestionar nuevas responsabilidades como higienizar alimentos, cuidar de nuestros familiares y asumir roles para los cuales no estábamos ni técnica ni emocionalmente preparados.

Este contexto nos pone frente a un dilema: ¿estamos educando para afrontar los desafíos del presente y del futuro?

¿Estamos preparados para lo que viene?

El historiador Yuval Noah Harari, en su libro 21 lecciones para el siglo XXI, sostiene que “el cambio es la única constante”. Esta frase nos invita a reflexionar: ¿están los modelos educativos actuales preparando a las nuevas generaciones para navegar los cambios que ya enfrentamos y los que inevitablemente vendrán?

La respuesta es crucial. La inteligencia artificial, la comunicación digital, la tecnología humana, la democracia y las criptomonedas son solo algunos de los conceptos que están transformando nuestro mundo. Y el lugar para conocer, analizar y prepararse para ellos debe ser la escuela.

Pero si seguimos creyendo que la escuela solo sirve para transmitir fórmulas y rellenar de información las cabezas de niños y niñas, ignoramos el sentido de la educación. Si el mundo ha cambiado, ¿por qué la educación debería permanecer igual?

Del modelo industrial a un enfoque contextualizado

El modelo tradicional de educación, diseñado para las necesidades de la era industrial, ya no tiene lugar en una sociedad digital. En el siglo XIX, preparar a los estudiantes para un mundo de fábricas y líneas de producción tenía sentido. Pero hoy, nuestras interacciones son virtuales, y la sociedad exige habilidades que trascienden el conocimiento técnico.

En el mismo libro, Harari menciona las 4C’s —Pensamiento Crítico, Creatividad, Comunicación y Colaboración— como las habilidades clave que las pedagogías modernas deben priorizar. Estas competencias no solo son necesarias para el ámbito laboral, sino que son esenciales para reinventarnos como sociedad.

El dilema: mirar al pasado o al futuro

Los recursos tecnológicos que tenemos ahora ya estaban disponibles antes de la pandemia, pero no los usábamos porque estábamos cómodos en nuestras rutinas. La crisis sanitaria nos obligó a cambiar y demostró que las transformaciones, aunque incómodas, son posibles.

Hoy, tenemos una oportunidad incomparable de repensar y reinventar un sistema educativo que lleva décadas sin responder a las necesidades reales de nuestra sociedad.

Entonces, ¿qué camino debemos tomar? ¿Educar mirando hacia el pasado o construir una educación con la mirada puesta en el futuro?